Leonardo Da Vinci dibujó su famosa máquina voladora en 1487, pero habrían de pasar otros 400 años y un poco más
para el nacimiento de la era de los vuelos propulsados justo al entrar en el siglo XX. Desde entonces, la tecnología de la
aviación ha alcanzado alturas insospechadas y cada nueva década trae consigo monumentales avances en este campo.
Uno de los más significativos es el inigualable Concorde, el primer avión supersónico comercial del mundo.
El primer prototipo del Concorde completó con éxito una prueba de vuelo desde Toulouse (Francia) el 2 de marzo de
1969, solo unos pocos meses antes del primer alunizaje tripulado y apenas 60 años después de que Louis Blériot cruzara
volando el canal de la Mancha en lo que sin duda constituye una de las primeras grandes proezas de la aviación. Los viajes
comerciales a velocidad supersónica (de hasta Mach 2, el doble de la velocidad del sonido) y cerca de la línea que delimita
el comienzo del espacio exterior estaban a nuestro alcance y en vías de ser accesibles para pasajeros de todo el mundo.
En un proceso que representa la mayor hazaña en lo referente a tecnología y conocimientos aeronáuticos, un grupo de
visionarios ingenieros calculó, puso a prueba y perfeccionó el diseño y las características mecánicas del Concorde antes
de que la tecnología informática hiciera posible el renderizado en 3D. El 21 de enero de 1976, los dos primeros Concorde
comerciales despegaron simultáneamente desde París y Londres, lo que marcó un hito en la sólida iniciativa conjunta
pilotada por los Gobiernos del Reino Unido y Francia.
El 24 de octubre de 2003, el Concorde despegó desde Nueva York para cruzar el Atlántico por última vez antes de su retiro
oficial, que tuvo lugar el 26 de noviembre de ese año. Con sus 27 años de servicio, el Concorde allanó el camino para un
futuro en la aviación que solo podemos comenzar a imaginar.