Para carnes tiernas
El ejemplo del huevo es interesante, no sólo porque obtenemos un plato nuevo (“El descubri-
miento de un plato nuevo hace más por la felicidad de los humanos que el descubrimiento de
un estrella”, escribía el gastrónomo Jean-Anthelme Brillat-Savarin), sino, sobre todo, porque el
que sabe cocer un huevo también sabe cocer una carne o un pescado. Vamos a ver cómo.
El interior de la fibras musculares de la carne es inicialmente blando, y la “piel” de las fibras
(llamada colágeno) es dura. En los pescados, hay poco colágeno y la carne es inicialmen-
te blanda, como en algunas carnes que llamamos “para asar”; a veces, incluso, los dedos
se hunden en esas carnes como en la mantequilla.
La preocupación culinaria, en estas carnes para asar y en los pescados, es conservar la ter-
nura; cuando las carnes tienen poco colágeno, ocurre lo mismo que con la clara del huevo...
que hay que cocinarlas a baja temperatura para que queden tiernas. Sobre todo, no se tiene
que evaporar el agua; que la temperatura sea inferior a 100°C es la primera condición, pero
también hay que “acariciar” las carnes para evitar la evaporación del agua en la superficie.
Y para carnes sabrosas
Nos queda el problema de las carnes duras, las menos caras y a menudo las más sabro-
sas. Poco caras, pero incomibles si no se cocinan largo tiempo, si no se preparan a fuego
lento.
Para esas carnes, se impone la cocción a baja temperatura porque así el colágeno se disuel-
ve lentamente en el agua al calentarlo. En este caso, por el mismo motivo que antes, las car-
nes no se endurecen. Además, el jugo de la cocción se enriquece al mismo tiempo con gela-
tina, lo que contribuye a dar sabor al plato.
Con un horno bien regulado, capaz de cocer a baja temperatura una carne, a la que haya-
mos simplemente “acariciado” con mantequilla o aceite (para evitar la costra debida a la
evaporación del agua)... ¡qué maravilla! No nos deberemos olvidar de todo lo que va a
añadir sabor: algas para envolver los pescados, jamón crudo alrededor de la carne, rome-
ro, tomillo... en fin, mil cosas. Ahora, haga usted la prueba... con baja temperatura.
Cocción larga, ¿inabordable para los que no tienen tiempo? Todo lo contrario: intro-
duzca la carne en el horno por la mañana, antes de irse, regule el horno para una
cocción a baja temperatura y, por la noche, sólo tendrá que sacarla a la mesa; el
horno, bien regulado (sin golpes de fuego), habrá hecho el trabajo que usted no
tenía tiempo de hacer. Por fin podrá disfrutar de carnes tiernas.
Hervé This
Físico-químico INRA, Grupo INRA de gastronomía molecular,
Laboratorio de química de interacciones moleculares (prof. Jean-Marie Lehn),
Collège de France, Paris.
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